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urante más de cinco horas, el mundo probó la vida sin Facebook y sus aplicaciones.
En México, los políticos quedaron aislados de sus electores. En Turquía y Kenia, los comerciantes no podían vender sus productos. Y en Colombia, una organización sin fines de lucro que utiliza WhatsApp para poner en contacto a las víctimas de la violencia de género con los servicios que les salvan la vida se encontró con que sus esfuerzos se veían perjudicados.
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“Gracias a que tenemos un equipo de campo, pudimos mitigar algunos de los riesgos más graves que presentaba la interrupción de hoy”, dijo Alex Berryhill, directora de operaciones digitales de la organización, Cosas de Mujeres. “Pero ese podría no haber sido el caso de otros cientos de líneas telefónicas en todo el mundo. Hoy ha sido un gran recordatorio: las tecnologías son herramientas, no soluciones”.
El apagón de Facebook del lunes fue una demostración a escala planetaria de lo esenciales que se han vuelto los servicios de la compañía para la vida cotidiana. Facebook, Instagram, WhatsApp y Messenger son desde hace tiempo algo más que herramientas prácticas para chatear y compartir fotos. Son plataformas fundamentales para hacer negocios, coordinar atención médica, impartir clases virtuales, llevar a cabo campañas políticas, responder a emergencias y mucho, mucho más.
En zonas del mundo en desarrollo, el costo de la interrupción de Facebook fue particularmente pronunciado. En India, América Latina y África, sus servicios son, para muchas personas, básicamente todo Internet, casi un servicio público, a menudo más barato que una llamada telefónica y base para gran parte de la comunicación y el comercio en la vida diaria.
El malestar por el hecho de que una sola empresa medie en tanta actividad humana motiva gran parte del escrutinio que rodea a Facebook.
En Estados Unidos, la Comisión Federal de Comercio ha presentado una demanda antimonopolio contra la empresa, acusándola de ser un monopolio que adquirió Instagram y WhatsApp para asegurar su dominio. Los responsables políticos de la Unión Europea están elaborando una amplia normativa para reducir el poder de la empresa.
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