Camiones, autobuses y carros retumbaban en lo alto, ahogando la voz de Marcus Azevedo. A lo lejos, las sirenas sonaban y los tubos de escape petardeaban. Desde debajo de un paso elevado de la autopista, Azevedo, profesor de danza, gritó por encima del ruido: “¡Cinco, seis, siete, ocho!”.
Le dio al play en su teléfono y la primera canción empezó a sonar desde un par de altavoces crepitantes. Seis filas de bailarines empezaron a arrastrar los pies, contornear y golpetear las caderas al unísono. ¿La lista de canciones? Clásicos del R&B, desde Donell Jones y JoJo hasta Destiny’s Child y TLC.
La rutina de baile no habría estado fuera de lugar en Nueva York, Atlanta o Los Ángeles. Pero estábamos en la periferia decadente de Río de Janeiro, una metrópolis más conocida por la samba. Y este baile se llama charme, un estilo nacido aquí en la década de 1970 como una oda al soul, al funk y, más tarde, al R&B estadounidenses.
Este lugar, situado en el barrio obrero de Madureira, se ha convertido con el paso de las décadas en un templo para los amantes del charme. De día, es donde muchos perfeccionan sus movimientos. Una vez dominados, los pasos se presumen en fiestas nocturnas conocidas como “baile charme”.
“Este es un lugar mágico”, dijo Azevedo, de 46 años, que empezó a bailar charme —encanto, en portugués— cuando tenía 11 y ahora dirige una compañía centrada en este estilo. “Hay algo espiritual, una energía que solo puede encontrarse aquí”.
Pero los temas de R&B de la vieja escuela no deben hacer pensar a nadie que se trata de un público nostálgico que añora el pasado. Este semillero de charme atrae a un grupo de bailarines cada vez más jóvenes, que mantienen viva la escena y la transforman de forma sorprendente.
En una reciente y húmeda mañana de sábado, algunas decenas de personas —desde niños inquietos y adolescentes larguiruchos hasta hombres y mujeres de 50 y 60 años— acudieron en masa al sombreado paso elevado. Estaban allí para asistir a una clase dirigida por Azevedo y otros tres instructores, todos ellos parte de un programa destinado a dar a conocer el charme a más gente.
Un pequeño grupo practicaba los pasos antes de empezar la clase. “No es difícil: un pasito aquí, un pasito allá”, dijo Juliana Bittencourt, 30 años, auxiliar administrativa, mostrando a un compañero de clase cómo se hace. “El charme es medicina, tiene el poder de curar cualquier cosa”.
Geovana Cruz, de 20 años, una cajera de banco que había llegado de São Paulo en autobús esa mañana, se colocó emocionada en la primera fila de bailarines.
“Es adictivo”, dijo Cruz, que viene casi todas las semanas y cuyas rutinas de baile charme en TikTok atraen miles de likes. “Cuanto más bailas, más quieres seguir bailando”.
Cuando la primera canción sonó por los altavoces, los hombros y las caderas empezaron a moverse como por reflejo.
“Charme no es solo música”, dijo Larissa Rodrigues Martins, de 25 años, maestra de escuela. “Es un lugar donde compartimos y aprendemos unos de otros, no solo sobre pasos, sino también sobre la vida”.
Aquel sábado por la mañana, la clase ya estaba calentando con un sencillo paso a dos cuando Joel Medeiros, de 54 años y profesor de gimnasia, llegó en bicicleta, todavía con los pantalones cortos de licra de una carrera que había hecho esa misma mañana. “Vine directamente para no perderme ni un minuto”, dijo.
El nacimiento del charme tiene sus raíces en la afluencia de música y cultura negras de Estados Unidos en las décadas de 1970 y 1980.
En una época en que la periferia lejana y empobrecida de Río ofrecía a los jóvenes pocas fuentes de orgullo o identidad, el ritmo y el estilo de artistas estadounidenses como James Brown y Stevie Wonder surgieron como inspiración.
Una noche de 1980, un DJ llamado Corello trabajaba en un club y decidió mezclar algo de Marvin Gaye. “Es hora de un poco de charme, desacelera tu cuerpo”, dijo. El término se impuso y llegó a definir el movimiento de baile urbano local.
Después de que muchos clubes sociales negros quebraran en la década de 1990, los amantes del charme trasladaron la fiesta al cercano paso elevado de Madureira, donde podían bailar sin ser molestados.
Pero la fiesta se apagó cuando la pandemia de coronavirus asoló Brasil. Ahora, el charme está volviendo a aparecer.
0 Comentarios