Bogotá, nov (EFE).- En la pizarra de la entrada, con una caligrafía casi perfecta, los dueños de la gallera van anotando los rivales de la noche: los gallos no tienen nombre, no es relevante, pero sí lo es el peso y el tamaño para enfrentarlos en "condiciones justas" en un espectáculo que ha quedado atrapado en el tiempo en Colombia.
"Es un gallo que no puede perder", se mostraba confiado el viejo coronel de Gabriel García Márquez, que en su obra "El coronel no tiene quien le escriba" ya daba muestras de la importancia que tienen las peleas de gallos en Colombia: son parte de la cultura popular, de las fiestas y de la vida de muchas personas que defienden una tradición estancada.
Las galleras, que siguen contándose por decenas en Bogotá y por miles en Colombia, tienen una particular dinámica que se repite cada vez que abren sus puertas. Los dueños de los gallos llegan con los ejemplares, los pesan y los miden para después meterlos en unos casilleros donde aguardan pacientes su turno de entrar en la riña.
Antes de "debutar" pasan por el "taller" en el que les ponen las espuelas de carey o plástico que les adhieren a las patas con cera caliente o cola.
En San Miguel, una gallera de Bogotá que acoge peleas desde hace 62 años, cuando a los gallos les llega el turno de entrar en acción los cuidadores los entregan a los jueces mientras sus dueños esperan y apuestan metidos entre el público.
En la gallera, de forma circular, los jueces hacen una especie de prueba de dopaje a los animales antes del último paso del ritual: todos se retiran del escenario y los jueces enfrentan a los gallos, todavía en sus manos, acercándolos y separándolos en una ceremonia de reconocimiento previa a la pelea.
Tras esto, los sueltan cada uno en un extremo y empieza la riña con una cuenta atrás de ocho minutos, lo que duran actualmente las peleas.
EL DOMINGO "A MISA Y A LA GALLERA"
Galleros como Carlos Mario Isaza insisten: "No hay sector más protector de los animales que los galleros". A él se suma su compañero en la afición, Raúl Rojas, quien dice a EFE que es una actividad que se volvió rutinaria. "¿Qué hace el campesino de Colombia? Trabaja toda la semana y el domingo va a misa y a la gallera".
0 Comentarios