Los historiadores José Guerrero, Manuel García Arévalo, Juan Daniel Balcácer y Juan Francisco Martínez Almánzar consideraron que, aunque no debe minimizarse, la rebelión de Enriquillo no estuvo inspirada en la defensa de su raza, cultura y territorio, sino más bien en la indignación personal por la vulneración a sus derechos.
Mientras que,
por el contrario, la historiadora Lidia Martínez de Macarrulla aseguró que
Enriquillo fue el héroe de su etnia, quien llevó la antorcha de la libertad y
decidió “ayudar a levantar la dignidad de su pueblo frente a la historia”.
Guerrero,
García Arévalo, Balcácer, Martínez Almánzar y Martínez de Macarrulla
participaron en el coloquio “Enriquillo: Símbolo de la resistencia taína”,
organizado por Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña (BNPHU).
“Alguien
tenía que llevar la antorcha de la libertad y ese fue ese indio españolizado
quien no viendo a nadie dispuesto a un enfrentamiento contra los opresores
decidió alzarse y ayudar a levantar la dignidad de su pueblo frente a la
historia”, planteó Martínez de Macarrulla.
En tanto que Guerrero,
director Museo Nacional de Historia y Geografía, entiende que no se debe
minimizar la rebelión de Enriquillo, pero tampoco considerarla como única.
“No se pudo
extender al resto de isla poque no salió del Bahoruco y no hubo unidad entre
indios y negros rebeldes”, indicó.
El director del
Museo de Historia y Geografía destacó que, a pesar de la demoledora crítica
histórica, el cacique declarado Héroe del Bahoruco ha inspirado luchas
patrióticas como el movimiento Enriquillo creado por el coronel Rafael Tomás
Fernández Domínguez para reponer el Gobierno democrático de Juan Bosch.
Dijo que
Enriquillo “seguirá siendo una leyenda popular mientras los dominicanos
conmemoremos la resistencia indígena a la conquista española y continuemos
pensando que somos más blancos e indios que negros y mulatos”.
En tanto que Balcácer
considera que Enriquillo se encuentra colocado en su justo lugar y que para
honrar su memoria y recordar sus hazañas, “resulta innecesario recurrir a la
invención de la tradición o de la literatura para atribuirle al personaje hechos
que históricamente no ocurrieron”.
“El alzamiento de Enriquillo constituyó un
hecho único, extraordinario, y es evidente que sentó un precedente en la isla,
ya que su actitud sirvió de estímulo para que muchos negros esclavos imitaran
su ejemplo y también se alzaran, formando así sociedades cimarronas en las
sierras del sur y en otras zonas de la isla”, manifestó.
Abogó porque
a los jóvenes se le presenten las dos caras de la moneda y dijo estar
convencido de que sabrán valorar en la dimensión adecuada el papel desempeñado
por aquel “indómito cacique”.
Martínez Almánzar afirmó que no ve a
Enriquillo como un símbolo de la resistencia taína, cuando históricamente no lo
es.
“Los apologistas de Enriquillo no señalan un
solo caso en que éste haya levantado la voz de protesta por los abusos que
cometían en contra de los aborígenes, que impotentes veían como sus mujeres
eran tomadas y abusadas sexualmente los encomenderos”, dijo.
También rechazó que Enriquillo y Guarocuya
fueran las mismas personas y culpó de esta confusión al historiador José
Gabriel García.
García
Arévalo asegura que la rebelión de Enriquillo no tuvo por objeto la defensa de
su etnia, de su cultura y sus territorios y que fue provocada por la
indignación ante la indiferencia de las autoridades frente a los abusos en su
contra.
Explicó que
Enriquillo aprendió el idioma español, adoptó el cristianismo y se incorporó al
orden establecido en la isla La Española, por lo que su alzamiento fue por
motivos personales, aunque sembró la zozobra en la isla.
Pie de foto
Desde la izquierda, José Guerrero, Manuel García Arévalo, Juan
Francisco Martínez Almánzar, Rafael Peralta Romero, Lidia Martínez de
Macarrulla y Juan Daniel Balcácer.
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