Entre los principales nombres del movimiento que eventualmente sería reconocido como Reforma Protestante, el teólogo francés Juan Calvino (1509-1564) cobraría importancia para justificar no solo una nueva religión, sino también el sistema económico que, nacido de los escombros del feudalismo, se volvió dominante en el mundo contemporáneo: el capitalismo.
Por supuesto, su análisis fue premarxista —el filósofo Karl Marx es del siglo XIX—, pero su comprensión de la riqueza y la pobreza, así como de las relaciones laborales llegaron a influir en una parte considerable de la sociedad.
"Calvino y también el calvinismo [es decir, interpretaciones posteriores de su teología] entienden que el trabajo debe ser visto como una bendición, ya que debe realizarse para glorificar a Dios", explica el historiador, filósofo y teólogo Gerson Leite de Moraes, profesor de la Universidad Presbiteriana Mackenzie, en Sao Paulo.
"Él no cree que eso pueda ser una ideología que falsifica la realidad. Realmente creía en ello".
"Cuando el calvinismo y el capitalismo se encuentran, es el matrimonio perfecto, ya que ambos tienen afinidades electivas, es decir, la misma lógica de funcionamiento", argumenta.
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