Todas las culturas del mundo, incluso las más aisladas, son musicales: ¿cuál es la razón? El filósofo Francis Wolff responde a esta pregunta en su nuevo libro
Wolff propone un viaje fascinante que parte de la propia naturaleza humana y llega hasta las más altas cotas de pensamiento abstracto y que vamos a tratar de resumir aquí. Sin olvidar un impulso casi metafísico o religioso en la experiencia musical, algo que provoca como ninguna otra arte. «Una de las primeras respuestas a tantas preguntas es que el fenómeno sonoro, para el animal, ya es emocional. Si los animales tenemos oídos es para avisar de un acontecimiento: algo está pasando en el mundo. Hay motivo de intranquilidad, de peligro», explica el pensador. «De manera que la base de la música es el sonido, y la base del sonido es el acontecimiento, el suceso. Eso nos lleva directamente a la parte emocional de nuestra naturaleza, la que nos advierte de una inquietud. ¿Qué sucede? Que una vez que sabemos de dónde viene el sonido, y sabemos que no estamos amenazados, llega la distensión, la tranquilidad. Por eso, todo lo musical está basado en esta tensión y distensión que provocan los sonidos en nuestra naturaleza. De esa manera, la música parte con ventaja, porque el oído es emocional. La música genera aún más sentimientos porque se basa esa oposición», asegura el filósofo. La primera consecuencia de esto es que la música toma los sonidos y los convierte en algo ajenos a la naturaleza: no es el trueno, el gruñido o el estruendo. «Efectivamente. Ya no son una señal de acontecimiento, sino una secuencia autónoma que puedes escuchar por sí misma. El sonido pierde su función para ser una creación».
0 Comentarios