Las ceremonias y las prácticas ritualistas convencen a nuestros cerebros de la constancia y predictibilidad, ayudando a defender contra la ansiedad.
Cuando el antropólogo Bronsilaw Malinowski visitó las islas Trobriand, en Papúa Nueva Guinea, a comienzos del siglo XX, notó las elaboradas preparaciones que los pescadores hacían antes de zarpar.
Pintaban cuidadosamente sus canoas de negro, rojo y blanco, entonando hechizos mientras lo hacían. Golpeaban sus embarcaciones con palos de madera, teñían las proas de ocre rojizo y la tripulación se adornaba los brazos con conchas.
Malinowski registró la larga lista de ceremonias y rituales que los isleños llevaban a cabo antes de aventurarse en el mar abierto. Pero cuando esos pescadores navegaban en una calmada laguna cercana, no practicaban estos rituales.
Malinowski concluyó que los rituales "mágicos" realizados por los isleños eran una respuesta que los ayudaba a lidiar con el poder impredecible del océano Pacífico.
Antropólogos subsiguientes han notado que los pescadores en otras partes del mundo, como los que se dedican a la pesca profunda en el golfo frente a las costas de Texas, Estados Unidos , y pescadores de arenque en Anglia Oriental, Reino Unido, también tendían a la superstición y los rituales que los ayudaran a lidiar con la incertidumbre y los peligros de su profesión.
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