A favor del jefe de la diplomacia europea puede decirse que está intentando desmarcarse de las políticas 'trumpistas' de su antecesora, Federica Mogherini.
A finales de septiembre, el alto representante para la Política Exterior de la Unión Europea (UE), Josep Borrell, anunció que enviará una misión técnica de observación electoral a Venezuela para hacer seguimiento a las megaelecciones del 21 de noviembre, donde se elegirán todos los gobernadores y alcaldes del país.
Los partidos importantes de la oposición, así como muchos pequeños, han decidido participar después de varios años de abstencionismo.
La posición de la UE es clave en el cambio de estrategia opositora, puesto que, después que desconocieran las instituciones venezolanas –incluyendo el ente electoral–, así como los últimos cuatro comicios (que incluyeron las presidenciales de 2018), necesitan avalar una vuelta al camino político y así empujar a sus seguidores a participar después de haberse concentrado, fundamentalmente, en buscar una intervención militar extranjera.
Es allí donde se comprende lo que quiere hacer Borrell: entusiasmar a los opositores votantes y los dirigentes escépticos para participar y dejar de una vez por todas el camino abstencionista. "Si toda la oposición se presenta a las elecciones, incluso los partidos del señor Guaidó, pues tenemos que acompañarles porque les da mayores garantías a ellos que estemos presentes auditando el sistema", explicó el jefe de la diplomacia europea la semana pasada.
La posición de la UE es clave en el cambio de estrategia opositora, que necesita avalar una vuelta al camino político y así empujar a sus seguidores a participar después de haberse concentrado en buscar una intervención extranjera.
Sin embargo, el problema es que Borrell cometió un error en sus declaraciones, quizá infantil, que puede hacer perder todo el camino avanzado en este cambio de estrategia.
En un intento por defender su postura frente a los que lo atacan acusándolo de "darle oxígeno a Maduro y legitimar el próximo evento electoral", Borrell termina diciendo que la legitimidad del proceso no se lo da la participación de la misión de observación, sino el informe final de ésta: "¿Eso [en referencia a la participación de la misión de observación] legitima al Gobierno de Venezuela o a Maduro? Pues no. Lo que le legitimará o deslegitimará es el informe de la misión".
Y es allí donde viene el enfado del Gobierno venezolano y del Consejo Nacional Electoral (CNE).
Un recuerdo reciente: Bolivia
Todavía está reciente en el recuerdo de América Latina el papel que jugó Luis Almagro, secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), en Bolivia durante las elecciones presidenciales de 2019.
En esa ocasión, el informe de la OEA, que denunciaba de manera exprés 'irregularidades y manipulación dolosa' del evento electoral, fue el trampolín y argumento central para que se disparara un golpe de Estado que obligó a la renuncia y exilio del entonces presidente Evo Morales. Además, promovió la efervescencia de una turba de derecha que linchó a dirigentes políticos y llevó, usando las fuerzas militares y policiales, al poder a Jeanine Añez de forma violenta, para luego, masacrar manifestaciones a favor de Morales.
Por ende, es lógico que pueda esperarse que, ante un hipotético descalabro electoral de la oposición, la UE pueda ensayar un movimiento como el de la OEA en Bolivia.
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