No se necesitan bancos, ni cambios de moneda, ni formularios ni pagar altas comisiones. Solo un emisor, un receptor y al menos dos personas intermediarias.
Ese es, explicado en dos párrafos, el funcionamiento de la hawala, un sistema de intercambio de divisas con siglos de historia, que surgió mucho antes que la banca tradicional y que ha sobrevivido todo este tiempo no solo gracias a su aparente sencillez sino también a los múltiples beneficios para quienes lo utilizan.
Puede mover millones de dólares en todo el mundo sin que se sepan con exactitud los montos ni quiénes los manejan, ya que una de sus claves es que sus intermediarios raramente dejan registro de las transacciones o de sus usuarios.
Esto representa un obstáculo a la hora de rastrear el origen y destino del dinero, lo que puede prestarse a posibles operaciones de lavado de dinero, tráfico de drogas y financiación de grupos terroristas.
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